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Foto del escritorAsociación Valeriana

¿Alguien puede entenderme? - Síndrome del impostor

Actualizado: 24 oct

Me siento un Fraude: La Lucha interna de una persona con Trastorno Mental.

Es un sentimiento difícil de expresar. Sufro un trastorno mental y en muchas ocasiones me enfrento a batallas diarias que no siempre son visibles para quienes me rodean. Estas luchas internas se intensifican cuando, pese a contribuir significativamente en el bienestar de otras personas con trastornos similares, siento que no estoy a la altura de los logros que me atribuyen. Encuentro en mi labor un alivio, pero también una profunda contradicción interna.

El reconocimiento que recibo por mi colaboración, ya sea aportando ideas innovadoras, dedicando tiempo para organizar actividades o simplemente estando presente para los demás, muchas veces no coincide con la visión que tengo de mí mismo. Aunque logre generar cambios positivos y valiosos en mi entorno, a menudo lucho con una sensación de fraude: creo que no merezco el aprecio y la admiración que se me brindan.


Me siento como un fraude
Síndrome del impostor

La Impostura del Éxito - El síndrome del impostor.

Me siento como un fraude, reproduzco el síndrome del impostor, intensificado cuando no solo debo lidiar con las expectativas sociales, sino con mis propios problemas personales y familiares. El hecho de que, con mis dificultades, pueda acompañar y apoyar a otros que enfrentan situaciones similares me coloca en una paradoja emocional. Me siento incapaz de resolver mis propios conflictos internos y me hace dudar de la legitimidad de mis contribuciones hacia los demás.

Estoy en constante contacto con otras personas que atraviesan experiencias semejantes y puedo ver claramente la efectividad de mi ayuda. Sin embargo, este reconocimiento externo me produce una disonancia: aunque ayude a los demás a salir adelante, no logro encontrar las respuestas a mis propios dilemas. Me doy cuenta de mi propia fragilidad y la contradicción entre lo que logro para otros y lo que no logro para mí mismo me genera sentimientos de insuficiencia y de autoengaño.


La Autoayuda como Redención y Escape.

Participar en la Asociación Valeriana es mi vía de escape y redención. A través del intercambio de experiencias, consigo encontrar una conexión con otros que entienden mi dolor y lo puedo compartir sin miedo al juicio. Sin embargo, esta misma inmersión en la ayuda, en ocasiones lo convierto en un mecanismo de evitación: dedicarme a los problemas ajenos, sin enfrentar directamente los míos propios.

En estos espacios, puedo ser percibido como alguien fuerte, resiliente y con capacidad de guiar a otros, lo que contrasta con la imagen deteriorada que llevo por dentro. Al estar ayudando, evito enfrentar las cuestiones más profundas de mi propia vida, como la relación con mi familia, mi situación laboral o mi estabilidad emocional.


La Paradoja del Autoengaño.

El reconocimiento que recibo de mi comunidad puede ser una fuente de presión adicional. La constante validación externa alimenta la percepción de que estoy viviendo una doble vida: la persona valiosa y capaz en mi papel público, y la persona quebrada e insegura en mi esfera privada. El miedo al fracaso personal y el temor de no estar “a la altura” de las expectativas me generan una angustia que se manifiesta en sentimientos de vergüenza y culpa.

Esta paradoja se refuerza cuando comienzo a creer que debo tener todas las respuestas, tanto para mí mismo como para los demás. Tengo que aprender que ser un recurso de apoyo no significa ser invulnerable. Necesito un espacio para mis propias crisis y mis momentos de debilidad.


Reconciliación Interna: El Camino hacia la Aceptación.

Aceptar que no soy perfecto y que no tengo todas las respuestas es parte del proceso de mi sanación. Es fundamental que los que brindamos ayuda a otros también recibamos el apoyo que necesitamos. A menudo, esto implica dejar de exigirme tanto y reconocer que el hecho de no tener todas las soluciones no me quita valor. De hecho, compartir mis propias inseguridades y dificultades puede ayudar a que otros también se sientan más humanos y comprendidos.

Al final, se trata de entender que mi valor no radica en mi capacidad de resolver todos los problemas, sino en mi disposición a estar presente, a intentarlo y a acompañar. La contribución que hago a la asociación es valiosa no porque tenga una vida perfecta, sino porque, a pesar de mis propias dificultades, elijo seguir adelante y apoyar a quienes lo necesitan.


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